miércoles, 17 de julio de 2013

Adorer

Duros sus ojos, grandes mis ansias. No notaba él que nublaba al mismo cielo. Ni que al andar, tal era su fuerza, rajaba el suelo bajo sus pies.

Incandescente tornaba todo a su alrededor, tanto que respirar se me hacía difícil. Pues, tan magnífico era, que todo, hasta el aire, quería pertenecerle. Y él, no lo notaba.

Con su eco fundiéndose junto al mío, mis sentidos agonizaron con cien mil latidos. De razón me despojó con cada abrazo. Y de mi alma se adueñó con cada beso.


Y no voy a dejar de hacerlo, ni aunque una eternidad me caiga encima.

No hay comentarios :

Publicar un comentario