Duros sus ojos, grandes mis ansias. No notaba él que nublaba al mismo cielo. Ni que al andar, tal era su fuerza, rajaba el suelo bajo sus pies.
Incandescente tornaba todo a su alrededor, tanto que respirar se me hacía difícil. Pues, tan magnífico era, que todo, hasta el aire, quería pertenecerle. Y él, no lo notaba.
No hay comentarios :
Publicar un comentario